6/14/2011

EL MARIATEGUISMO COMO TAREA COLECTIVA


En torno a “La Agonía de Mariátegui”
EL MARIATEGUISMO COMO TAREA COLECTIVA§
                                                      Alberto Flores Galindo

Partido Socialista y José Carlos Mariátegui no son sinónimos. Aunque  el partido fue la obra de su vía, Mariátegui tuvo que admitir que esta tarea excedía a los esfuerzos de un individuo y que solo podía emprenderse colectivamente.
No fue otro el estilo en que se elaboraron algunos textos fundamentales de los socialistas peruanos: antes de la I Conferencia Comunista de Buenos Aires intercambiaron sus puntos de vista Mariátegui, Ricardo Martínez de la Torre, Hugo Pesce y Julio Portocarrero, de manera que en las intervenciones que en polémica contra Codovilla tendrían estos dos últimos, podemos ver, en cierta manera, la expresión de un pensamiento colectivo que comenzaba a cristalizarse. Pero como el partido estaba ha penas en sus inicios, siendo una aspiración mas que una realidad, seria abusivo asimilar a Mariátegui todas las intervenciones de Pesce y Portocarrero. Al escribir “La Agonía de Mariátegui” (1) he intentado determinar las confluencias y discrepancias. La idea de un núcleo comunista dentro del Partido Socialista me pareció, por ejemplo, un recurso de Portocarrero en su discusión con Humberto Droz y no una elaboración de todos los socialistas peruanos. Para establecer estos delindes el procedimiento ha consistido en comparar los textos de Buenos Aires con el conjunto de la obra de Mariátegui y, paralelamente, buscar corroboraciones en la correspondencia o en las afirmaciones orales de los testigos.
EL PROGRAMA DE 1929
Dentro del esfuerzo colectivo por edificar el partido y diferenciarse del aprismo debemos ubicar el programa leído por Julio Portocarrero en Buenos Aires (1929). Evidentemente, no fue escrito por Mariátegui: fue un aporte elaborado por Eudocio Ravines y los miembros de la célula de París (Armando Bázan, Juan Paiva, Demetrio Tello, Cesar Vallejo), sobre la base de los acuerdos del VI Congreso de la Internacional Comunista, que los socialistas de Liima – Mariátegui incluido – aprobaron y asumieron. No tenían nada que objetar a la defensa de las comunidades y ayllus, un tema reiterado cotidianamente en Amauta; la confiscación de las empresas extranjeras y el desconocimiento de la deuda externa formará parte del imprescindible derrotero antiimperialista, la jornada de las ocho horas y la lucha contra la servidumbre  habían movilizado a los obreros de Lima y los yanaconas de la costa. Los dos únicos puntos discutibles tenían que ver con  el “armamento” de obreros y campesinos y la “instauración de municipios de obreros y soldados”: si debieran ser consignas de agitación inmediata, como lo planteaba el VI Congreso de la Internacional, entonces serian incompatibles con los procedimientos tácticos seguidos por los socialistas peruanos, pero sin entendían como objetivos a “largo plazo”, no podían discrepar si querían seguir formando parte de la III Internacional. Asi fue entendido por la célula de París y los socialistas de Lima: el texto propuesto no era un “programa de conquistas inmediatas o programa mínimo”. Llegado el momento, ¿de que otra forma se podría ejecutar una revolución sino mediante el armamento inmediato de obreros y campesinos? Un lector de Lennin y Sorel (2), un contemporáneo de los consejos obreros en Italia, no podía razonar en términos de una  “transición pacifica al socialismo”. Hay que pensar, además, que el pensamiento de Mariátegui exageró los rasgos fascistas del aprismo, con lo que prefiguro la posterior definición del Apra como socialfascismo. Este deslinde radical con Haya tuvo  que aproximarlo a la Internacional. Por eso, entre otras razones, no todo fue discrepancia entre Mariátegui, por un lado, y Eudocio Ravines y la Komintern, por otro. Hubo confluencias  y hasta concesiones. Tuvo que haberlas.
¿ El texto leído por Portocarrero en  Buenos Aires es incompatible con el Mariateguismo? Con las anotaciones anteriores no me parece. Portocarrero dijo en Buenos Aires, empleando el plural, “hemos aceptado este programa”, lo que fue reiterado por Pesce al decir en carta dirigida a la célula de París que “ha sido aprobado en su contenido, con unas modificaciones formales”. Mariátegui estaba implicado, como dirigente del Partido Socialista, en la “aceptación” y la “aprobación”. También es cierto que tanto este texto como cualquier otro, todos los textos relacionados con la cuestión del partido, tenían un carácter provisional porque la edificación de la organización era una tarea apenas iniciada, donde cualquier rectificación debía ser admitida en función de la practica. Si algo no debió agradar a Mariátegui del texto no fueron sus exageradas concordancias con las proposiciones de la Internacional, sino su elaboración en París. Fue leído en Buenos Aires y enviado a los corresponsales de Mariátegui (Como Moisés Arroyo Posadas), pero indudablemente no como  un texto definitivo que, si algún día se elaboraba, seria producto del desarrollo del movimiento de masas.
El programa esbozado por la célula de París recogía el carácter violento y armado de la revolución, cuestión de confluencia elemental entre los socialistas peruano y la Internacional y campo de diferenciación con el marxismo de la socialdemocracia. Admitido esto, resulta que es un texto imprescindible  en la historia del partido socialista y en el derrotero político de Mariátegui, al que era necesario rescatar del olvido a que había sido condenado a casual de que:  a) la imagen mitificada de Mariátegui no toleraba que pudiera haber existido algún punto de contacto entre Mariátegui y Ravines, b) la inclusión programática de la insurrección armada (fue compatible con las tesis oficiales (después del XX Congreso del PC de la URSS, en 1956) sobre la transición pacifica al socialismo. En los tiempos de Mariátegui – reitero -, ningún militante de la Internacional, NI SIQUIERA un “ compañero de ruta” del comunismo, hubiera intentado recusar el carácter armado de la revolución.
MARIATEGUI : EL DEBATE INTEGRAL Y ABIERTO
En el numero anterior de Marka, Cesar Lévano pretende objetar mis argumentos sobre la polémica entre José Carlos Mariátegui y la Internacional y sobre la soledad que enmarco los meses finales de la vida de Mariátegui, objetando exclusivamente el programa le dio por Portocarrero en Buenos Aires. Creo que este texto tiene un lugar decisivo (por mas que hubiera sido redactado por Ravines) en la historia del Partido Socialista. Para admitirlo debemos desechar esa imagen estereotipada del comunismo peruano que imagina a Ravines como un traidor desde siempre, por el contrario, debemos considerar que en 1928 o en 1830 era uno de los principales cuadros de la Komintern en América Latina, sólido conocedor del marxismo y del leninismo, de aguda inteligencia, capacidad polémica y tenacidad organizativa.
Pero, antes de terminar, quisiera señalar que no me parece mínimamente serio desechar los argumentos dados en mi libro solo por las objeciones presentadas contra una cita (la numero 98 sobre un total de 110 y una pagina, de un total de 134, en la que además no se dan los argumentos centrales sobre la polémica y la sociedad final de Mariátegui, desarrollados en los capítulos I y V, acerca de los que Lévano, salvo una alusión, prefiere guardar silencio. Añadamos que el programa (salvo la cuestión de los municipios en lugar de “soviets”) no añaden ni quita nada en función de la polémica entre Mariátegui y la Komintern: en mi libro hubiera podido prescindir de ese texto sin modificar mis argumentos.

Resulta irónico que Cesar Lévano – defensor de la ortodoxia de Mariátegui e interesado en atenuar sus discrepancias con la Internacional -, quiera desterrar del mariateguismo un texto que como el programa de Buenos Aires constituye un imprescindible puente ente los socialistas peruano y la Komintern, que de haber sido roto, los hubiera colocado en franco antagonismo  y total disidencia. La tesis que trato de argumentar por mi parte no es la de una “guerra a muerte” entre Mariátegui y la Internacional, sino la de una relacion conflictiva que se originaba en la necesaria autonomía de un proyecto que quería unir socialismo y nacional y que, de otro lado, admitía la imprescindible dimensión mundial de la revolución.
La historia se escribe con pasión y solo los historiadores tradicionales reclaman para si objetividad, no es mi caso y no pienso que debamos esperar cincuenta año para estudiar acontecimientos que como la polémica entre Mariátegui y la Komintern, nos interesan por que son precisamente contemporáneos, es decir, por que en ellos están planteadas cuestiones fundamentales del marxismo de ayer y de hoy. No puedo dejar de pensar que tras la aparente objetividad de Lévano subyace el afán por evitar una discusión y por convertir a Mariátegui en un tema histórico: una discusión sobre fuentes reservada a los especialistas.
NOTAS
(1)       La Agonía de Mariátegui.  La Polémica con la Komintern, Lima, Desco,                  1980, 134 pp.
(2)  Debemos recordar – como lo ha hecho Robert París – el lugar decisivo que ocupa George Sorel en el pensamiento de Mariátegui, tan importante como el  el de Marx y Lenin, hasta hacer de Reflexiones sobre la violencia un libro imprescindible del mariateguismo. Nos guste o no nos guste, un hombre con estos antecedentes intelectuales no podía negar la dimensión violenta de la revolución.








§ Articulo Publicado en MARKA, Actualidad y Análisis. Año VI. No 187 – 30 Abril de 1981 pp 25 –26.