6/14/2011

CONVERSANDO CON JULIO PORTOCARRERO Y LINO NARREA



                                                                                                                             César Lévano.
Esta es la segunda parte de una entrevista múltiple. Nuestros interlocutores son hombres que protagonizaron buena parte de treinta años de lucha obrera en el Perú: 1910 – 1940. Por diversas razones, el diálogo grabado es reproducido solo en parte. Omitimos, por limitaciones de espacio, por ejemplo, las palabras de Julio Portocarrero de homenaje a Basadre y su recuerdo sobre el dolor que sintió cuando se incendió – o incendiaron- la Biblioteca Nacional. Hagamos constar que Portocarrero sólo tiene dos años de instrucción primaria. Lino Larrea, otro de los entrevistados, apenas curso seis meses de estudio, a los trece años de edad, en la escuela primera de la fábrica textil Vitarte. Por primera vez se cuentan aquí interioridades de los primeros viajes de obreros peruanos a Moscú y la actitud precisa del dirigente comunista argentino Victorio Codovilla respecto a Mariátegui.


Don Julio, usted asistió en abril de 1928, en Moscú, al quinto congreso de la Internacional Sindical Roja. En “ El antimperialismo y el APRA” Haya de la Torre escribe: “ Entonces el delegado peruano hizo de mí  una enérgica defensa”. Se refiere a usted sin mencionar el nombre. ¿ Que fue lo que se trató sobre Haya de la Torre en la Internacional Sindical Roja?
Julio Portocarrero: Efectivamente, se habló sobre Haya; pero no en la Internacional Sindical, sino en una Conferencia Sindical Latinoamericana, ya terminado el congreso de la Internacional Sindical Roja. Fue una conferencia de los países latinoamericanos. Esa conferencia se hizo sobre la base de los delegados que habían concurrido al congreso de la Internacional Sindical Roja. En esa reunión apareció un delegado del Partido Comunista de México, Carrillo. Creo que era el secretario general de ese partido. Se refirió a Haya, denunciando su actividad en la América Latina. Lo que ocurrió no lo había referido antes, sino a Mariátegui y a Martínez de la Torre. Pero pido que esa parte de la conversación quede reservada para un libro que pienso preparar.
En “Apuntes para una interpretación marxista de la historia social del Perú” de Martínez de la Torre, tomo II, pp. 392 y siguientes, constan los puntos de discrepancia entre la Internacional Comunista y Haya, así como el hecho de que Portocarrero consultó en esa fecha (comienzos de 1928) “la oportunidad de la creación de un Partido C. en el Perú y sobre las tareas de la clase obrera peruana”.
Muestro luego a Portocarrero el folleto de la Internacional Sindical Roja en que se da cuenta de la reunión latinoamericana. Portocarrero mira atentamente el retrato de Losovski que allí aparece, y me dice:
-No. Pero ésta no es la cara de Losovski, también te digo.
Se acerca Lino Larrea. Se ríe y dice:
-No, pues, no es ¡Ja, ja!
Luis Alberto Sánchez en su libro “Apuntes para una biografía del APRA”, página 108, dice: “Es curioso que para el segundo congreso antimperialista mundial a reunirse en Francfort, Haya no fuera invitado; pero Ravines sí. Y que Mariátegui mandara como emisario personal a Julio Portocarrero”. ¿Es exacto que usted estuvo en el congreso de Francfort?, le pregunto.
“No es cierto. Ahí está equivocado o plantea una cosa que no ha existido nunca”, me responde.
Cuatro páginas más adelante, Sánchez dice: “En Francfort, sin embargo, fue rechazada la propuesta de Julio Portocarrero para apoyar un movimiento de comunismo o socialismo independiente en el Perú, tal como lo quería Mariátegui”.
Bueno, en realidad yo no sé dónde quedará Francfort. Je, je , je. Esa versión la ha tomado don Luis Alberto no sé de dónde. La verdad es que yo no fui.
En la pagina 123 del cuarto tomo de “Apuntes para una interpretación marxista de la historia social del Perú”, Martínez de la Torre dice: “A comienzos de marzo de 1930 se producía la prisión de Julio Portocarrero, quien había sido designado delegado de los mineros del Centro ante la CGTP. Esto privaba a la Confederación de uno de sus más calificados dirigentes. Ricardo Martínez de la Torre asumió su remplazo”.
Bueno, eso de que los mineros me nombraran su delegado no es extraño, por la sencilla razón de  que yo fui a Morococha en dos ocasiones enviado directamente por José Carlos Mariátegui. Yo no tenía ninguna relación con los mineros. Pero José Carlos Mariátegui me dijo: “Vaya usted a Morococha”. “Allá, ¿con quién me veo?”, le dije. “Yo le voy a dar nombres”, contestó. Y me encargó que viera a Damián Sovero y Gamaniel Blanco. Fui. Me puso al habla con ambos. Convocaron una reunión en La Oroya vieja. Estuvieron varios obreros de Morococha. Les hablé de la necesidad de la organización sindical, de un órgano de defensa de los trabajadores. De todo eso que sabemos. Por aquella época, había que evitar que cayeran en un sistema mutualista. Planteado así, estuvieron deacuerdo. No puedo precisar, no recuerdo si en ese momento se llevó a cabo alguna designación entre ellos. Pero en una segunda ocasión en que fui, volvimos a hacer otra reunión, más amplia. Creo que había elementos del Callao que trabajaban en la Oroya. Esta reunión fue un poco más amplia, más digerida y ya encaminada a la formación de un sindicato en Morococha y luego marchar a la Federación Minera.
Claro. Usted ya tenía la idea de la federación de industria.
Claro. La idea no la traje de Europa. Ya la teníamos en la Federación Textil.
Don Julio, el Dr. Hugo Pesce una vez me contó que en la Primera Conferencia de Partidos Comunistas Latinoamericanos, realizada en junio de 1928 en Buenos Aires, él llevó a Victorio Codovilla el folleto de Martínez de la Torre “La Teoría del Crecimiento de la miseria aplicada a nuestra realidad” y que Codovilla le dijo: “¡Esto es marxismo y no los “Siete Ensayos! ”
La verdad sobre el particular es que estábamos en la hora de la cena. Estábamos todos los delegados y le llegaron “Siete Ensayos” a Hugo Pesce y también el folleto de Martínez de la Torre. A la hora de la cena, sin decirme nada, Pesce se paró. Dijo: “Bueno, compañeros, les tengo que dar una noticia. Aquí, en este momento, tengo el libro de José Carlos Mariátegui, “Siete Ensayos”, un importantísimo libro que creo todos deben leer para que conozcan la situación del Perú. Se quedó callado Codovilla. “Aquí tengo este folleto de Martínez de la Torre”, continuó Pesce. “¡Ese sí vale!”, dijo Codovilla. Es decir, tirando abajo a Mariátegui.





¿Cómo viajaron a Buenos Aires?
Viajamos por separado. Yo me fui por la empresa Villalonga, que hacía los viajes por ómnibus. Pasamos a Bolivia, y después a la Argentina. Hasta Buenos Aires la ruta fue por ferrocarril.
¿La reunión fue clandestina?
No. Porque allá había libertad. No existía la persecución que teníamos acá en el Perú con Leguia. No creo que las autoridades ignoraran que nos reuníamos, en un local bastante amplio, delegaciones llegadas del extranjero. Pero no tuvimos ninguna interrupción de orden policial.
El delegado que fue por la Internacional, el camarada “Luis”, delegado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, o sea Jules Humbert-Droz, ¿qué imagen dio en la reunión? ¿Era sectario?
Bueno, en cuanto a sectario, yo creo que todos eran sectarios. Había mucho sectarismo. Tanto es así que se recibe el libro de Mariátegui con semejante desprecio. Humbert-Droz era un hombre muy bien plantado, con grandes entradas en la frente, por supuesto blanco. Igualmente se colocaba en el terreno sectario.
Muerto Mariátegui y cambiado el nombre del partido, vino una época dura. Todos reconocen que fue una época heróica, particularmente a lo que se refiere a los cuadros obreros. ¿Cómo eran las reuniones del partido en esa época, Isaías Contreras?
Isaías Contreras: Las reuniones eran muy bien organizadas. No se permitía que los asistentes supieran de antemano el lugar de la cita. Llegamos a reunir a la dirección en un lugar en que nunca se iban a imaginar: en el Zoológico. Estoy hablando de los años 1932, 1933. Yo había ingresado al partido en 1931, siendo obrero de construcción civil. Yo era en 1932 secretario del Comité Regional de Lima. Las reuniones tenían que preparase con personas especiales: los enlaces. Juegan un papel importantísimo aquí las hermanas Celia y Alicia Bustamante. Celia es la que se casó con José María Arguedas. A nadie se le daba la dirección del lugar, sino que se les citaba a lugares estratégicos. Ellas se paseaban por ahí. En San Martín teníamos otros enlaces. Los hermanos Morales. Eran fotógrafos ahí. Otro elemento importante en la colaboración era Teófila, que tenía un pequeño restarurante en el Rimac Todo elemento importante, funcionario si podemos decir así, a pesar de que no se  recibía pago, era atendido allí gratuitamente Aparte de los activistas del partido, de esa época hay que mencionar a Navarro Madrid, un elemento sumamente capaz, el más capaz después de Eudocio Ravines, que era secretario general. Hay que tener en cuenta que en los diez años de 1930 a 1940, Ravines muy pocos años estuvo con nosotros. L mayor parte de las veces estaba preso o desterrado. El que elaboraba los documentos y daba orientaciones era Navarro Madrid.
¿Cómo se editaba “Hoz y martillo”?
Isaías Contreras: La edición clandestina estaba a cargo exclusivamente de Navarro Madrid. Lo que sí estaba bajo mi responsabilidad era el mimeógrafo, “el gato”. Trabajaba con un camarada Ruiz. Como la policía sorprendía nuestro mimeógrafos y no teníamos plata para estar comprando, decidimos fabricarlo nosotros mismo, de lata. Ahí entraba un activista hojalatero. Bueno, teníamos un equipo de activistas responsables. También teníamos la ayuda del Grupo Rojo “Vanguardia, de estudiantes.
Isaías, en el grupo Rojo “Vanguardia estaba José María Arguedas. ¿Recuerda algún hecho especial de los vínculos con Arguedas?
Isaías Contreras: Con él hablábamos especialmente de los problemas de las comunidades. Como yo soy de Orcotuna, me hablaba de cómo los ayllus no habían podido ser destruidos. Incluso me comentaba que estaba estudiando la sublevación de Juan Santos Atahualpa y que había de valorizar esa acción.
Don Julio: Usted estuvo preso con José María Arguedas en 1936. ¿Qué recuerdo, qué impresión conserva de él?
Julio Portocarrero: Bueno, en El Sexto hicimos una vida muy cercana. Incluso nos propusimos aprender francés, de tal manera que todas las mañanas, junto con José Ortiz Reyes, con quien estábamos también presos, nos dedicábamos a eso. Ya en la tarde se dedicaban a leer periódicos, libros. Pero pasábamos días bastante agradables, conversando de una y otra cosa. Lo que me impresionó fue lo ocurrido en una de las noches, después de la comida y antes del encierro, cuando algunos de los presos, particularmente apristas, se ponían a cantar y a tocar guitarra. Tocaron un huaynito y entonces comenzaron algunos a zapatear. Pero zapateaban agachados. José María dijo: “¡No, no! ¡Así!”. Y entonces se levantó y se puso a bailar erguido, completamente erguido, como en actitud desafiante. Como transmitiendo un mensaje, como diciendo que el indio, en lugar de estar como estaba antes, agachado, como escondiéndose, debía levantar su espíritu. Todo ese pasado lo combatió Arguedas. Ha levantado el espíritu del indio, me parece.
¿Qué recuerda usted de esos años iniciales del partido Comunista, don Lino?
Lino Larrea: Bueno, cuando yo volví de Moscú, del Congreso de la Internacional Sindical Roja, ya se había fundado el partido. Yo regresé en noviembre de 1930, precisamente el día en que se clausuraba el primer pleno de la CGTP. Me reincorporé a mi trabajo en Vitarte y a mi cargo de secretario general del sindicato. Hubo un conflicto y caí preso. Me enviaron a la isla El Frontón. De ahí me confinaron a la selva de Madre de Dios, donde me escapé. Me había dedicado allá a organizar las células campesinas.
Nos interesa Larrea, su relato sobre los vínculos con el movimiento obrero internacional.
Lino Narrea: Yo fui al quinto Congreso de la Internacional Sindical Roja. Mariátegui me propuso. “Bueno, le dije. “Voy a ponerlo a consideración del Comité Pro Confederación General de Trabajadores”. Se aprobó. Después lo puse a  consideración de la Federación Textil, porque yo era delegado, y como también era secretario general del Sindicato de Vitarte, también allí lo puse en consideración. Se aprobó. De manera que fui con tres credenciales. Yo partí a este congreso después de la muerte de Mariátegui. El anterior congreso de la Internacional Sindical Roja, al que asistió Portocarrero, fue en 1928. Este fue en 1930. Yo estuve acá todavía para la muerte de Mariátegui. Para la muerte de Mariátegui trajimos de Vitarte más de trescientos trabajadores en un tren especial. Desfilaron desde la estación de Desamparados con el estandarte sindical y su listón rojo de duelo. Yo arrastrando el duelo como secretario general. Traíamos nuestros guardias obreros con sus brazaletes rojos. Y cantando llegamos a la calle Washington.
¿Qué cantaban?
Lino Narrea: Bueno, había una canción que había compuesto Ricardo Martínez de la Torre, que se llama “Vamos Unidos”, que decía (canta):
“Vamos unidos,
vamos unidos
obreros y soldados
contra el capital,
y los campesinos
a la victoria
del proletariado
universal”.

La canción tiene varias estrofas. Julio Portocarrero se une al canto. Después de todo, él fue uno de los primeros intérpretes del himno. En el número 32 de “Amauta”, agosto -setiembre de 1930, se lee: “El himno Vitarte fue ideado por nuestro compañero Ricardo Martínez de la Torre. A la letra escrita por él le fijó música el maestro Enrique Reyes.

- Bueno, es importante que ya en esa época se hablara de ir unidos con los soldados, mientras que en esta época se hace campaña contra los militares. Nosotros teníamos organización en el ejército. Se sabe que no se puede hacer un a revolución sin los militares, ni contra los militares; hay que hacerla con los militares. Esa experiencia la tenemos en Rusia y en otras partes. Bueno, el hecho es que yo partí inmediatamente después de la muerte de Mariátegui. El cambio de nombre del partido por el de Partido Comunista, se hizo el 20 de mayo de 1930, ya yo no estaba acá. Regresé en noviembre.
De regreso de Moscú, usted conoció a Vallejo en París. ¿Qué recuerda de él?
Lino Narrea: Fue antes de ir a Moscú. Nos comunicaron que el congreso se atrasaba un mes, así que ese mes me lo pasé en París con Vallejo, con Demetrio Tello, con Luis Bustamante, con Jorge Seoane.
¿En cuanto a Vallejo? Georgette, en un libro que ha publicado ahora último, trae el dato de que fueron a despedir a un dirigente sindical peruano; pero no menciona el nombre. ¿Qué imagen conserva de Vallejo?
Lino Narrea:  Vallejo era para mí un poco triste, muy calmado. Con él nos paseábamos por los bulevares, tomando café. Ellos me fueron a despedir. Yo quedé en regresar, porque Luis Bustamente me dijo: “Te voy  a regalar una máquina de escribir para la CGTP”. Pero, ¿qué resultó? Ya de regreso de Moscú, en la frontera de Francia me pidieron el pasaporte. Allí vieron el sello de la embajada rusa y entonces no hicieron más que bajarme y llevarme a una dependencia policial. De ahí me trasladaron a Burdeos. Y embarcaron en el vapor “Flandes” de carga. Partía desterrado a la Guayana Francesa. ¡Ja, ja, ja! Ahí mandaban a los rematados. Así que tuve que hacer una serie de gestiones. Les dije: “Yo no tengo ningún interés en quedarme en Francia. Yo soy peruano; me regreso a mi país”. Entonces me permitieron llegar en el mismo viaje a Panamá. En Panamá tomé el “Virgilio”, barco italiano y me vine acá.
¿Llegó sin problemas al Perú?
Lino Narrea: No me quitaron nada. Bajé de lo más bien. Me encontré con la clausura del primer plenum de la CGTP, en noviembre de 1930. Allí fue elegido Julio Portocarrero como primer secretario general de la CGTP. Antes había sido el primer secretario general del Comité Provisional de la CGTP. En esa anterior etapa cayó preso, en 1929.
Don julio, ¿cómo veía usted a Mariátegui? ¿Cómo describe su carácter?
Julio Portocarrero: Un hombre sencillo. En todo momento a tenido un comportamiento muy sencillo, muy amable. Efectivamente, no ha tenido expresiones de violencia, de cólera. En ningún momento. Y, cuidado que hemos tenido ocasión de estar juntos los cuatro compañeros, Mariátegui, Martínez de la Torre, Avelino Navarro y yo. Quien se mozoneaba con Mariátegui era Avelino Navarro. De repente, como  a esa hora recibía la correspondencia que traía Martínez de la Torre del Correo, revistas, periódicos, libros; una correspondencia intensa todos los días, Mariátegui tomaba las cosas que le interesaba y, zas, las ponía debajo de su sillón. De repente Avelino, que estaba mirando a ver qué le podía interesar a él, y cuando algo de eso ya estaba debajo del sillón, lo sacaba. Ja, ja. Mariátegui se reía nomás.
¿Qué recuerdos conserva, Larrea, de la reunión de Moscú?
Lino Larrea: Yo era muy joven e inexperto. Había trabajado sí en comisiones del sindicato junto con Julio; pero Mariátegui comprendió mi identificación, por eso me envió. Pero la verdad es que sólo recuerdo algunas intervenciones importantes. Sobre todo de un uruguayo. Yo leí un informe que preparamos con Nicolás Terreros, que estaba ahí desde mucho antes y sabía ruso.
Terreros era, según dice, un hombre intelectualmente brillante.
Julio Portocarrero: Un hombre de una actividad, de una constancia... Un esforzado, sacrificado. Como éramos todo es esa época.
¿Cómo recuerda a Mariátegui?
Lino Larrea: Lo recuerdo como una persona muy alegre, sencilla, amigable. Nunca lo vi que se exaltara, sino que exponía ideas, razonamientos. Incluso en sus escritos de polémica que he conocido, veo que el hombre no es odioso, sino que exhibe conocimientos, debate con argumentos muy elevados. Era un maestro, un ideólogo; para mí, el más grande ideólogo que haya tenido nunca el Perú.


§ De “ Con los Primeros Comunistas Peruanos”. En MARKA, Revista de Actualidad y Análisis, Año VI – No 165, 24 de Julio de 1980, pp 16-17-27)